domingo, 22 de mayo de 2011

La voz del voto sufragado

Las elecciones presidenciales peruanas han concitado una gran cobertura mediática a nivel nacional como a nivel internacional.

Los resultados han favorecido a dos candidatos que se ubican como los intérpretes mejores de un buen grueso de la población peruana –sobre todo andina y amazónica- que se hartó de que el boom del crecimiento económico, bajo aparentes leyes misteriosas del mercado, haga llover los beneficios sobre todo para un sector pudiente de la población, y siga manteniendo el chorreo financiero para el otro sector prevalentemente popular de nuestra patria.

La vigencia del voto como canal de expresión

La perplejidad de los resultados de la votación ha dejado a muchos sorprendidos cuando no fastidiados: “¿Por qué cuándo nos comenzaba a ir bien, estos que no saben nada, tienen que dirimir el sentido del crecimiento económico del país?”… es en síntesis el sentimiento más o menos generalizado.
Habría que admitir que la expresión anterior, hace eco de ese sector que venía gozando de un mayor beneficio del boom económico; pero, de otra parte, habría que escuchar la otra voz que habrá dicho: “Finalmente, logramos hacer peso y hacer sentir nuestra voz de protesta ante la inequidad que ni congresistas de turno, ni políticos asentados por décadas en las curules parlamentarias quisieron reconocer ni aceptar: que nosotros no contamos cuando deciden sus leyes y gozan de sus beneficios”.
El voto del pasado 10 de abril ha expresado una voz o mejor aún, un mar de voces que rechazan no tanto el modelo económico, sino la exclusión de los beneficios generados por el modelo económico.

Un voto responsable elige entre alternativas factibles, no entre retóricas

La gran fragilidad que nos aqueja está en que reflexionamos poco sobre las consecuencias de elegir un político sin conocer su plan de gobierno, y las consecuencias de sus principales medidas con relación a la educación, la economía, la pequeña y la mediana empresa.
Votar quiere decir elegir. ¿Y cuando elegir se vuelve la oportunidad de errar? ¿Qué elijo?¿A quién elijo? No creo en los argumentos  a favor del mal menor. El mal menor nunca deja de exponerme al maleficio del mal.
Un voto con capacidad de expresar mudamente que no se elige entre dos males menores, sino entre propuestas coherentes y veraces, sin maquillajes ni transfuguismos. Un voto que quiera ser responsable puede elegir no aceptar quimeras ni maquillajes.

Seguidores