viernes, 24 de septiembre de 2010

Incongruencias de la Modernidad

La campaña a las elecciones para la alcaldía de Lima ponen sobre el tapete temas y enfoques ideológicos que tiene una notable importancia para el ciudadano común y corriente. El ciudadano peruano es poco amigo de evaluar las propuestas de las alternativas políticas que se le presentan en el mercado electoral.
La actual campaña es una oportunidad para detenernos a reflexionar no solo sobre el candidato o la candidata más idóneo para dirigir la Alcaldía de Lima, sino sobre sus planteamientos éticos y morales sobre los temas de gestión y de administración pública que una gestión municipal implica.

Damos poca importancia al talante ético y moral de las agendas políticas de los candidatos al sillón municipal, y eso nos hace corresponsables -o cómplices- de la actividad partidaria o gremial que ejercerá el próximo alcalde de Lima.

En estas líneas expongo una posición personal, deseando con ello, contribuir a una mejor definición de lo que entendemos por Bien Común y sobre políticas respetuosas de los Derechos Humanos. Pensando en la definición de mi voto para el próximo 3 de octubre, busco ubicar a aquel candidato a quien se pueda fiscalizar mejor. Es decir, cuya capacidad de engaño o de corrupción sea menor respecto a la de otros candidatos cuyo curriculum vitae en tema de moralidad pública arroja más de una sospecha.

Me preocupa la exposición de la agenda pública de la Sra. Susana Villarán, si bien aprecio su posición principista desde una óptica de izquierda, y me siento cercano a su sensibilidad social hacia los temas de la pobreza y de la exclusión social por efecto de las ideologías economicistas, no logro congeniar con sus posiciones que la alinean en posturas neomarxistas sobre el aborto, la naturaleza se la sexualidad humana, del matrimonio y de la familia. De la misma forma, no comparto su posición respecto a una legalización del consumo de la droga como si fuera una solución adecuada para superar la drogadicción o el narcotráfico.

Hay un vídeo que expone sintéticamente su posición: 


La postulación de la legalización del aborto tiene un carácter demagógico, es decir, bajo el pretexto de defender aspectos del ejercicio de las libertades individuales que corresponde a cada ciudadano, se transgreden las exigencias de moralidad de la defensa de valores absolutos como el de la vida humana sea en su fase inicial como en su fase terminal.

El valor radical de la vida única que es cada ser humano -sujeto de derechos y de deberes- no puede ser supeditado al albedrío, comodidad o capricho de cualquier otro ser humano semejante. La contraposición entre la presunta total libertad de la mujer sobre su corporeidad respecto a la semejante y absoluta autonomía de la corporeidad del niño no nacido es falsa. Tanto vale la vida de la mujer en su integridad como la vida de un no-nacido-humano. Decidirse a favor de la mujer en contra del no-nacido-humano es simple aberración moral y jurídica. EL ABORTO NO TIENE ASIDERO MORAL -POR SER INHUMANO-, NI ASIDERO JURÍDICO -POR SER ILÍCITO- CONSECUENTEMENTE, NO PUEDE SER LEGAL, SINO SIEMPRE Y SOLAMENTE ILEGAL.

Las uniones del mismo sexo se presentan como signo de modernidad. Se presume que lo moderno y liberal es tomar decisiones sin referentes objetivos de moralidad. Se asume que la propia naturaleza humana en su corporeidad y sexualidad, no ofrece mayores datos a la conciencia que el de reconocer sus impulsos y secundarlos "naturalmente", donde, "naturalmente" quiere decir sin mayor restricción moral, sin una necesaria subordinación a una reflexión ética o a una integración a un proyecto de vida donde concurren más decisiones sobre otras realidades igualmente importantes para una vida buena (el conocimiento que es ciencia y sabiduría; la sociabilidad que se vuelve amistad, cooperación y compromiso político; el trabajo y el juego; el gusto por la belleza; la apertura a Dios.)

Las uniones entre personas del mismo sexo pueden tener una canalización legal a nivel del Derecho Civil que regula todo tipo de relación entre ciudadanos por diversos motivos. La interpelación moral y jurídica se pone cuando los colectivos a favor de tales uniones propugnan y exigen una homologación con el matrimonio monogámico.

Esta pretendida equiparación y homologación es insensata porque desconoce o rechaza el carácter de bien básico humano que entraña la unión entre personas de diferente sexo en vistas de la comunión conyugal y de la procreación. Las uniones entre personas del mismo sexo no podrán identificarse con aquellas de los matrimonios porque sus comportamientos sexuales se diferencian entre sí.

Todo matrimonio entre varón y mujer supone una complementariedad que involucra a toda la persona; las personas del mismo sexo no pueden realizar tal complementariedad porque son del mismo sexo. La apariencia exterior del acto físico no puede expresar la comunión ni intimidad de las personas que sí ocurre entre los esposos. La tal unión entre tales personas del mismo sexo no pasa de ser una ficción de entrega o de intimidad. No realizan el bien matrimonial en cuanto tal. Ver; FINNIS, John, Personal Integrity, Sexual Morality and Responsible Parenthood, en Janet. E. Smith, Why Humanae Vitae Was Right: A Reader, San Francisco, Ignatius Press, 1993, 171-192.

Así expongo lo que considero es una responsabilidad moral para todo ciudadano peruano: pensar antes de decidir, pensar antes de votar.

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