jueves, 4 de agosto de 2011

Jurar por las puras

Hemos celebrado las Fiestas Patrias con el sentimiento que ser peruano no es poca cosa. Gracias al espaldarazo culinario de Gastón Acurio, a la garra de las chicas del vóley y al guerrero desempeño de la nacional, el pisco sour nos quedó chico para gritar a una sola voz: ¡VIVA EL PERÚ!

Nos extrañó los diversos socio o melodramas protagonizados durante las juramentaciones patrias. Muchos son los dioses que patrocinan la gestión de los nuevos inquilinos del legislativo y del mismo Palacio de Pizarro. Se jura por lo que les viene en gana y en tierras de postmodernidad, donde el único Dios que existe es ninguneado sea por creyentes que por los que se le resisten, resulta más significativo votar por una clase social, por sus parientes o por un reo de la justicia… pobre Perú!

Respetando a quien difiera de o cultive un credo diferente, ni el Crucifijo ni las Sagradas Escrituras se merecen el bochorno del ponme-sácame del pasado 28 de julio. Falta de seriedad y de respeto sea hacia los símbolos de trascendencia y de ultimidad que connotan ambos, que hacia los no pocos ciudadanos peruanos para quienes, creer en Dios y ponerlo de testigo de las propias acciones, sí es serio y demanda una responsabilidad moral y política.

Habrá que sugerir a los leguleyos de turno, le creen una fórmula determinada y estable a los juradores de la Patria, que liberen al Dios de los cristianos y a cualquier sensato dios, del bochorno de verse pronunciados o ignorados por labios cuyas voluntades distan de someterse al ejercicio de la justicia y de la legalidad que su cargo conlleva.

Triste y patético el comportamiento grosero e indecente de vociferar como mercader en fiesta durante el discurso presidencial. Las discusiones de forma o de fondo se lleven al Tribunal Constitucional y hagan su proceso y generen jurisprudencia donde no la haya, pero auto-arrogarse el derecho subjetivo de gritonear como se me antoja no es ningún ejercicio parlamentario correcto. ¡Pobre Perú!

Como sociedad civil estamos llamados a vigilar y a intervenir con nuestro juicio crítico ante los abusos de poder de quienes, habiendo llegado al legislativo, dizque por el sufragio de unos miles de ciudadanos, ahora obran de espaldas a esas voluntades.

Muy a pesar de estos hechos, Perú es marca… y su gente la lleva en el corazón! ¡VIVA EL PERÚ!

viernes, 17 de junio de 2011

Una vigilancia participativa

     Los resultados de las elecciones presidenciales peruanas han favorecido al candidato Señor Ollanta Humala. Hay una consistente mayoría que ha preferido su propuesta o conjunto de propuestas respecto a la de la otra candidata.
     La mayoría simple determinó el rostro del nuevo presidente peruano y del tenor de la propuesta gubernativa que se ha preferido elegir en aras a la promoción del bien común de todos los peruanos.
Ha ganado la democracia en un Estado que aún trajina para reconocerse como nación de naciones y que coquetea de periodo a periodo, entre modelos populistas de gobierno, con modelos oligárquicos que benefician a rancias familias ligadas al poder económico, militar o político; o con modelos autoritarios de estirpe caciquista que delegan al bravucón de turno, la potestad de gobernar sobre los pensamientos, decisiones e intereses de la patria. Con todo ha ganado la democracia y nos alegra.
     Hemos apostado por un sistema imperfecto pero que deja en claro las posibilidades de hablar, dialogar, proponer, discutir, polemizar, resolver, innovar y crear planes y proyectos de desarrollo para todos los peruanos.
     El voto emitido o la abstención mantenida nos compromete a todos a llegar a ser parte creativa del colectivo social que llamamos SOCIEDAD CIVIL. Bajo tal denominación nos hemos de encontrar grupos de diferente organización y extracción ideológica, religiosa y política congregados por el mismo anhelo de construir una patria decente sin corruptos ni corruptores; una patria digna en la que la aptitud calificada al trabajo mediada por una educación de calidad sea nuestra carta de presentación ante cualquier desafío laboral, empresarial o corporativo; no más las varas ni las recomendaciones sino la profesionalidad de la conducta.
     A los que nos sabemos parte de esta sociedad civil que supera la limitación de los partidos políticos y de los movimientos de intereses políticos, nos importará vigilar de cerca la gestión pública. Vigilar para controlar y recordar, cuando no exigir, que los valores de la ciudadanía anclados en la dignidad de cada peruano, no son negociables ante ningún poder que pretenda manipular, tergiversar o peor aún menoscabar la riqueza más noble del Perú: su gente!

domingo, 22 de mayo de 2011

La voz del voto sufragado

Las elecciones presidenciales peruanas han concitado una gran cobertura mediática a nivel nacional como a nivel internacional.

Los resultados han favorecido a dos candidatos que se ubican como los intérpretes mejores de un buen grueso de la población peruana –sobre todo andina y amazónica- que se hartó de que el boom del crecimiento económico, bajo aparentes leyes misteriosas del mercado, haga llover los beneficios sobre todo para un sector pudiente de la población, y siga manteniendo el chorreo financiero para el otro sector prevalentemente popular de nuestra patria.

La vigencia del voto como canal de expresión

La perplejidad de los resultados de la votación ha dejado a muchos sorprendidos cuando no fastidiados: “¿Por qué cuándo nos comenzaba a ir bien, estos que no saben nada, tienen que dirimir el sentido del crecimiento económico del país?”… es en síntesis el sentimiento más o menos generalizado.
Habría que admitir que la expresión anterior, hace eco de ese sector que venía gozando de un mayor beneficio del boom económico; pero, de otra parte, habría que escuchar la otra voz que habrá dicho: “Finalmente, logramos hacer peso y hacer sentir nuestra voz de protesta ante la inequidad que ni congresistas de turno, ni políticos asentados por décadas en las curules parlamentarias quisieron reconocer ni aceptar: que nosotros no contamos cuando deciden sus leyes y gozan de sus beneficios”.
El voto del pasado 10 de abril ha expresado una voz o mejor aún, un mar de voces que rechazan no tanto el modelo económico, sino la exclusión de los beneficios generados por el modelo económico.

Un voto responsable elige entre alternativas factibles, no entre retóricas

La gran fragilidad que nos aqueja está en que reflexionamos poco sobre las consecuencias de elegir un político sin conocer su plan de gobierno, y las consecuencias de sus principales medidas con relación a la educación, la economía, la pequeña y la mediana empresa.
Votar quiere decir elegir. ¿Y cuando elegir se vuelve la oportunidad de errar? ¿Qué elijo?¿A quién elijo? No creo en los argumentos  a favor del mal menor. El mal menor nunca deja de exponerme al maleficio del mal.
Un voto con capacidad de expresar mudamente que no se elige entre dos males menores, sino entre propuestas coherentes y veraces, sin maquillajes ni transfuguismos. Un voto que quiera ser responsable puede elegir no aceptar quimeras ni maquillajes.

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